Las cuatro estaciones en Silver Strand
- María Conde
- 17 abr
- 5 Min. de lectura
Estimado lector,
El día de hoy quiero invitarte a reflexionar y agradecer, si es que tienes un lugar favorito, un espacio que sientas que te ha visto crecer. Un lugar que te inspire hasta la parte más profunda de tu ser, que sientas que aviva el fuego que vive dentro de ti. Si haces deporte, piensa en un lugar que te impulsa a ser mejor, ser uno con tu humanidad y alma; donde hayas derribado barreras mentales. Yo tengo uno. Y el día de hoy quiero platicarte de él.
Hay un espacio en San Diego, California, que se ha convertido en mi fuente de inspiración. Parte de lo que escribo para ti en este blog ha venido de experiencias en las que estoy en contacto con mi guía interno. En este espacio, he conectado con él en varias ocasiones. Un día, en la búsqueda de ampliar mi zona de confort, encontré ''Silver Strand''. Aquí comencé a correr hace poco más de dos años. El año siguiente, durante un entrenamiento (la larga de los domingos) al pasar corriendo por el parque de Glorieta Bay, llamó mi atención el ver a un grupo de personas con trajes de neopreno (wetsuit). Los observé durante minutos entrar a la bahía; volteé alrededor; había estantes con bicicletas (racks). Otras personas descendían de su bicicleta y comenzaban a colocarse tenis para salir corriendo en la ruta de Silver Strand.
Me pregunté qué más podía enseñarme este lugar; ya tenía cuatro estaciones entrenando en Silver Strand, tanta fue mi curiosidad que me detuve a conversar con las personas que estaban en el parque. Les pregunté cómo se organizaban, qué necesitaban para iniciarse en esta práctica denominada ''triatlón''. A continuación observé el mar, la vista, sentí la vibración… Me despedí con las siguientes palabras: pronto estaré aquí. Así lo hice; regresé fortalecida para seguir creciendo.
En Silver Strand, conocí a profundidad las cuatro estaciones que habitan en mi interior. Todos tenemos una estación del año favorita. Descubrí que la estación del año que es nuestra favorita puede estar relacionada con la forma en la que percibimos el mundo. Sin embargo, el mundo no es lineal, no tiene un solo color y no tiene una sola estación. En esta vida y las próximas, nuestra tarea es aprender a disfrutar de cada una de ellas. Disfrutar el hecho de que somos todas, el cosmos entero, y a la vez nos disiparemos en la nada.
Tenemos fuego en nuestro interior; somos el polvo de estrellas que viene a este mundo a reencontrarse. La humanidad, es tan fuerte, misteriosa y sensible. Aun así, a muchos de nosotros aún nos falta aprender a vivir; estamos en constante estire y afloje con los estereotipos que se encuentran en nuestro medio ambiente, los mismos que hemos creado en nuestra vasta búsqueda de encontrarle sentido a la vida. El profesional, el empresario, somos nuestro trabajo; aquellos estereotipos en los creamos divisiones grupales. Poco nos permitimos sacar nuestro fuego interno y disfrutar de cada una de nuestras cuatro estaciones. Estamos tan ocupados y sumergidos en nuestra propia película, actuando.
Al igual que en cada una de las estaciones del año habita la belleza, en nuestro interior se encuentra el mismo cosmos. Las estrellas no persiguen estrellas, las estrellas brillan en conjunto y forman constelaciones; estamos hechos para brillar en cada estación. Como parte de las cuatro estaciones, somos:
En otoño, llega un momento en el que comenzamos a quitar las capas exteriores; dejamos atrás las máscaras y los disfraces. Así como las hojas de los árboles comienzan a caer, desnudamos en esta temporada nuestra alma. En otoño, enfrentamos nuestro miedo a mostrarnos en nuestra propia naturaleza. Sin vestimenta, sin ataduras, sin apegos, sin miedos.
En invierno, llega el momento para el descanso, aunque también puede ser una oportunidad para conectar con nuestro invierno interior. Este es el momento perfecto para la introspección. Al inicio del invierno ya hemos soltado las hojas de otoño, avanzamos en silencio y naturalmente sentimos nuestra capacidad interna. La resiliencia es nuestra capacidad de sobrellevar las adversidades; este potencial se multiplica en invierno. El momento idóneo para recargar, revisar nuestras metas y establecer planes a futuro.
Primavera, estamos destinados a renacer, a renovarnos. Después de pasar por un momento de introspección, comienzan a brotar las flores que abundan en nuestro interior. Es momento de depurar, la estación en la que la lluvia nos limpia y nos ayuda a crecer. Es tiempo de formar raíces fuertes.
Verano, somos fuego; en esta temporada permitimos que el sol nos ilumine y transforme. Somos el calor de cada emoción; abrazamos la intensidad de nuestros pensamientos y acciones. Es tiempo de atreverse a explorar y explotar nuestra capacidad. La transformación surge de las cenizas como el ave fénix. Y si nuestras raíces han sido cimentadas fuertes en la primavera, aquí nuestro centro se vuelve aún poderoso.
Comentários