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Herencias invisibles: de Saramaya a la escritura

Querido lector:


Después de recorrer la ciudad desde Upper West hasta Upper East, pasando por Midtown y Downtown, y de encontrar lugares fantásticos tanto para escribir como para hacer deporte, leer y observar aves, ha llegado el momento de crear la oportunidad para elevarnos. Comenzar a planear la semana en bloques de tiempo me ayudará a abordar de forma organizada cada una de las experiencias y objetivos que tengo en mente.


Algo que me generó un poco de ruido mental esta mañana fue el gimnasio que elegí, ya que tengo que trasladarme desde Upper West hasta Upper East (era el único con alberca, y quiero mantenerme en contacto con el agua). Sin embargo, estos días he amado caminar con Felicia a primera hora por Central Park, sentarme a leer en una banca mientras, de vez en cuando, observamos alguna que otra ave curiosa acercarse a nosotras, y cómo se mecen las hojas de los árboles con el viento, al compás del canto de las aves que habitan el parque. Así que, el horario para esta actividad debe ser estratégico… aunque quiero seguir atesorando estos instantes.


Mientras redacto este artículo, una pequeña ave se detiene frente a mí, a menos de medio metro, en la mesa de herradura desde donde te escribo. Es diminuta, y nos regala la dicha de mirarla a detalle: su pequeño pico color café, sus alas grises con toques negros y blancos, y pequeños destellos marrones. Estoy en The Hungarian Pastry Shop, como ya es costumbre, comiendo un delicioso pay de manzana con un café con dos shots de espresso. El sol comienza a iluminarme el rostro justo al primer sorbo. Y así, se ilumina también la mañana. Después de la rutina con Felicia, este es el segundo paso. El tercero: escribir. Al menos, los días de cardio.


Regresando al tema del gimnasio, creo que al mediodía sería ideal durante la semana. Tengo que pensarlo bien. A mi favor tengo mi agenda Elevate, esa que diseñé y que me permite dar claridad a mi plan semanal sin dejar de lado mi bienestar personal. Te platicaré más adelante cómo quedó la rutina. Seguro todo se alineará perfecto.


Tal vez sientas un poco de euforia y emoción en mi redacción, tiene un motivo. Esta semana iré a la presentación del libro de Isabel Allende: My Name Is Emilia del Valle. Me emociona mucho. Tener la oportunidad de escuchar a una mujer tan disruptiva y un ícono en el mundo de la literatura es un gran honor. Isabel no solo escribe; logra aquello a lo que todo escritor aspira: te lleva a imaginar cada detalle de sus historias, a dibujarlos en tu mente, a decorar intencionadamente cada rincón de tu corazón con sus palabras. A veces suaves, a veces feroces, pero siempre humanas. Leerla es reconocer el camino de una vida.


Creo que el mayor logro de un escritor no es ser considerado exitoso o reconocido, sino llevar a sus lectores en una aventura, explotando el poder de su imaginación. Llevarlos a soñar, reír, llorar, sentir. A vivir a través de sus páginas. A vivir a través de sus palabras.


¿Qué son las palabras? ¿Por qué son importantes? Para mí, las palabras elevan. Las historias siempre tienen un mensaje interior, una enseñanza. En ellas reside el poder del Ser.


Alguien me dijo una vez que la más grande conquista es ser uno mismo. Para mí, ser es escribir y conocer el mundo. De niña leía todo el tiempo. Los libros me acompañaban a todas partes. Había un espacio que me invitaban a explorar, un espacio en el que estábamos ellos y yo. Un espacio sin medida ni tiempo. Ese espacio era mi imaginación.


Agradezco a la mujer hermosa y profunda que es mi madre, por haber puesto el primer libro en mi mano.


Para no perder la costumbre quiero dejarte una canción distinta a lo que usualmente te comparto (y que no dejo de bailar): se titula ''Saramaya'', de Habib Koité. Es una pieza profundamente emotiva que rinde homenaje a los ancestros y al linaje familiar, en especial a los padres y madres que han dejado una huella en la historia personal y colectiva. El término “Saramaya” puede traducirse como herencia o legado en bambara, uno de los idiomas de Mali, y su contenido se centra en el respeto a los mayores, la transmisión de valores y la conexión con las raíces.


En sus letras, Koité evoca un mensaje de reconocimiento a la sabiduría ancestral, recordando que nuestras vidas están construidas sobre los cimientos que otros han dejado. Es una canción que invita a honrar a quienes vinieron antes, tanto en el plano familiar como en el espiritual o comunitario.


Musicalmente, combina ritmos tradicionales del oeste africano con la suavidad de su guitarra y una interpretación vocal serena, lo que refuerza la atmósfera de introspección y respeto.


Cuando estés listo para escucharla, haz clic AQUÍ.


Para finalizar quiero dejarte una frase que escribí, un himno a todas mis lecciones, caminos recorridos y mi legado familiar:


“Del leer al pensar, del pensar al actuar. Leer transforma, pensar te libera, actuar te eleva.”


Me despido por hoy. Me dirijo a recorrer la ciudad en bicicleta. No puedo perderme esta experiencia.


Tu escritora,

María Conde


P. D.


Ayer visité The Metropolitan Museum of Art (The Met). Te dejo una foto de ese momento. Fue mi primer encuentro con una exposición de Van Gogh, y resultó mágico observar el detalle en su arte: el exceso de pintura, la textura, y la profundidad en los ojos de su autorretrato.

 
 
 

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