Esta semana he reflexionado sobre una situación específica en mi vida. Una amistad me comentó durante un entrenamiento que no era perfecta. Todo lo que escribía en mi blog estaba allí, pero, según su perspectiva, no me esforzaba lo suficiente o, más bien, no hacía las cosas como él o ella esperaba. Por supuesto, recibí su comentario con una sonrisa.
En una sociedad donde las redes sociales y la información están a un clic de distancia, tendemos a idealizar a las personas sin conocerlas realmente en profundidad. Nos dejamos llevar por nuestra percepción de las cosas y, sin darnos cuenta, colgamos expectativas en el saco transparente que les colocamos a quienes nos rodean en nuestro entorno virtual. Si algo me caracteriza, es que voy a mi propio ritmo. Mi definición de rendimiento va más allá de "esforzarse" por ser perfecto.
En este artículo, quiero confesar que no soy, ni de lejos, una persona "perfecta". De hecho, creo que eso es precisamente lo que nos hace perfectos: la imperfección. Cometer errores, e incluso la tan temida "incoherencia" con la que muchos nos auto juzgamos, es parte de nuestra esencia. Somos humanos, y hoy quiero hablarte de humanidad.
¿Qué significa realmente ser humano?
La palabra humano proviene del latín humanus, relacionada con homo, que significa "hombre" o "ser humano". Se cree que homo deriva de humus, que significa "tierra" o "suelo", sugiriendo una conexión entre el ser humano y la naturaleza, quizá en referencia a su origen o a la idea de que el hombre proviene del polvo.
Por otro lado, humanidad proviene del latín humanitas, derivado de humanus. En latín, humanitas tenía múltiples significados, incluyendo "naturaleza humana", lo que define a los seres humanos en su esencia. Así volvemos a nuestra conexión con la naturaleza.
La idea de que el ser humano está sujeto a la equivocación proviene de una larga tradición filosófica y cultural que reconoce la imperfección como una característica esencial de nuestra existencia.
Naturaleza y resiliencia: una metáfora de lo humano
Te daré un ejemplo. Recuerdo haber visto en dos ocasiones la montaña de Botella Azul en San Pedro Mártir y el bosque en San Gorgonio. Al observarlos, pensé en cómo ambos espacios, en conexión con la tierra, son un reflejo de cómo la naturaleza se deconstruye y reconstruye constantemente, enamorándonos cada día con su infinita fuerza.
En los seres humanos, esa misma resiliencia ante el cambio y los eventos inesperados puede convertirse en nuestra aliada, si logramos sacar lo mejor de cada situación. Todo es cuestión de perspectiva.
El cambio puede ser inmediato. Un día soleado puede tornarse en tormenta y, aun así, podemos disfrutar del proceso de renovación interior.
La perfección de lo imperfecto
Sin embargo, la tormenta no es necesariamente imperfecta... es perfecta en su imperfección.
Los árboles que caen, las hojas que se secan… no son imperfectos, son perfectos dentro del ciclo natural de la vida. De la misma manera, la imperfección nos hace perfectos.
Reflexionando sobre los errores que cometemos, creo que no hay nada más humano que aceptar que somos vulnerables a ellos. Además, nuestra razón no siempre es "la razón". En realidad, todos tienen su propia razón, vista desde su propio lente.
Tenemos derecho a errar y a ser incoherentes con nuestras propias creencias, incluso con nuestra esencia. Eso nos hace, sencilla y mágicamente, humanos.
¿Cómo vamos a aprender si no nos equivocamos?
La ventaja es que siempre tenemos la libertad de elegir nuestro destino: avanzar hacia una dirección que nos llene de plenitud o quedarnos atrapados en un círculo de victimización.
En mi caso, elijo hacerme responsable de mí y de mis decisiones, de lo que realmente resuena conmigo y no de aquello que no vibra con mi corazón y mi alma. Aceptar que hemos sido incoherentes por un instante puede ser incómodo, pero no hay nada más valiente que reconocer nuestros errores, corregir el rumbo y avanzar.
Este mensaje es un mensaje de amor. ¿Cómo amar? En uno de sus libros, Zygmunt Bauman dice que el amor nace de haber sido amados primero. Ramtha, por su parte, dice que debemos amarnos a nosotros mismos hasta darnos vida, antes de poder amar a otros. Yo digo lo que dijo Sócrates: no sabemos nada. No sabemos nada del amor. Estamos errando. Y eso no es necesariamente algo malo.
Veo a personas sintiendo culpa constantemente por cambiar de opinión, por equivocarse, por aferrarse a una dulce herida que duele, pero que es lo único que conocen. Entonces, no sabemos nada. Nada de amor. Nada de coherencia. Nada de perfección. Y en este caos vamos surcando la vida.
¿Sabías que hay estrellas que sobreviven a una explosión? Se llaman novas y pueden atravesar varias explosiones en su vida. Belleza pura. Resiliencia en todo su esplendor. Tal vez esta metáfora te ayude a aceptar el caos que pueda habitar dentro de ti. Te preguntarás si a mí me ayuda. No es el momento de responderlo. Estoy por salir a rodar con un grupo de amigas en Silver Strand un viernes lluvioso por la mañana. Estoy viviendo a mi propio ritmo, mi propia melodía. Hablando de melodías te dejo una ´´We deserve to dream´´ de Xavier Rudd, una hermosa canción que transmite un mensaje de empoderamiento y nos recuerda que, a pesar de los desafíos y dificultades de la vida, todos merecemos soñar y vivir con propósito.
Si llegaste hasta aquí, ¡gracias por leer!
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