top of page
Buscar

Mi encuentro con el Birdwatching

Querido lector,


Han pasado semanas desde la última vez que te dejé algo de inspiración en este blog. He estado trabajando en una nueva creación: la joya de Elevate, nuestro programa de 30 días en gestión del tiempo. Además, he conectado algunos días con la naturaleza, explorando en viajes cortos llenos de sentido e intención, inmersa en la nueva realidad que he construido como escritora. Durante este período, celebré mi cumpleaños y conocí a uno de los árboles más longevos, con el que no pude evitar tener una profunda conversación. Sí, han pasado tantas cosas hermosas que este artículo no alcanzará para contarlas todas. Las iremos dosificando poco a poco.


Para dar inicio, aquí te dejo la primera dosis. A lo largo de este sendero he cultivado hábitos que van y vienen de vez en cuando; algunos son especiales. Existe uno en particular que en un principio no comprendía: mi admiración por las aves. Este cumpleaños decidí regalarme la oportunidad de explorar una nueva forma de observar el cielo: comenzar, por primera vez, a comprender de qué se trata el birdwatching.


Desde niña, he apreciado el cielo en todas sus tonalidades, observando desde estratos, cúmulos, cirros y todo tipo de agrupaciones de nubes; sin embargo, tengo una fascinación especial por las aves. Cuando las veo despegar, agitar sus alas, desplegar sus colores y escucho sus cantos en las mañanas, me conecto profundamente con ellas.


Con el tiempo adquirí una creencia: pensar que estaba mal no prestar atención a lo que ocurría en la tierra mientras me perdía en el azul del cielo. La atención es la capacidad de permanecer en el lugar que habitamos, sin dejarnos llevar por la mente a otros espacios. No obstante, mi mente es peculiar y más curiosa de lo habitual.


Hoy en día, el significado que le doy a la atención no se limita a estar inmerso en una conversación, estudiando, trabajando o en las rutinas cotidianas. La atención, para mí, es contemplar. Hay tanta belleza por admirar: el cielo, las aves o el sol al amanecer.


El pasado diciembre, como es rutina, llegué a las 5:45 de la mañana a Silver Strand para observar el amanecer. Mientras escuchaba el canto de las aves, noté un grupo de personas que llegaron con enormes lentes a practicar birdwatching. Curiosa, me acerqué a ellos y les pregunté si podían darme recomendaciones para adentrarme en esta actividad. Me explicaron que hay ciertas aves que vienen por temporada; es importante saber cuándo y dónde llegarán, dependiendo de lo que estés buscando. Aunque observar los detalles a lo lejos es complicado, las aves nunca dejaron de parecerme bellas.


Esa fue la primera vez que consideré la posibilidad de conocerlas de cerca. He tenido conversaciones con ellas en múltiples ocasiones. Recuerdo la primavera del año pasado en el cerro Piloncillo, cuando Felicia y yo estábamos llegando solas a la cima. Eran casi las siete de la mañana cuando un colibrí se detuvo frente a nosotras. Nos miró fijamente a los ojos durante aproximadamente un minuto mientras revoloteaba con sus pequeñas y coloridas alas. Fue una conversación mágica, sin necesidad de una sola palabra.


Entre los hábitos que más me emocionan, además de ver el amanecer, están los siguientes: escuchar música clásica, leer, escribir, caminar en la naturaleza, oler las flores y abrazar árboles; hablaremos más de ellos en el futuro. Todos me enseñan algo. El birdwatching puede enseñarme mucho sobre mí misma. Observar el cielo tiene un propósito; he aprendido que también es atención, atención a lo divino. Si observo un ave en el cielo revoloteando sus alas, puedo ir con ella a donde vaya. Es una forma de volar fuera del cuerpo, de desprenderme de mí y contemplarme desde sus ojos.


Mi regalo de cumpleaños, de mí para mí, fue un par de binoculares de principiante para explorar esta actividad. Así como mi mente vuela de vez en cuando, también lo hacen las aves en el cielo.


Para finalizar este artículo, me gustaría compartir unas líneas de Hiperión, de Hölderlin, que describen cómo me siento cuando observo el cielo. Dicen así:


"Todo mi ser calla y escucha cuando las dulces ondas del aire juegan en torno de mi pecho. Perdido en el inmenso azul, levanto a menudo los ojos al Éter y los inclino hacia el sagrado mar […] Ser uno con todo, esa es la vida de la divinidad, ese es el cielo del hombre. Ser uno con todo lo viviente, volver, en un feliz olvido de sí mismo, al todo de la naturaleza, esta es la cima de los pensamientos y alegrías, esta es la sagrada cumbre de la montaña, el lugar del reposo eterno."


Con gratitud, por tu salud y negocios.


Tu escritora,

María Conde.

 
 
 

Comentários


Elevate - Original.png
  • Facebook
  • Instagram
bottom of page